El motivo hay que buscarlo en una leyenda del Japón medieval, en las que un señor feudal llamado Mori Motonari les explica a sus tres hijos que una flecha se puede quebrar fácilmente, pero tres flechas unidas no. Los titulares de los establecimientos no pudieron acreditar la legítima procedencia de la mercancía, que carecía de la acreditación de registro de la marca, y de la que tampoco podían documentar que hubiera sido adquirida mediante las comerciales autorizadas para distribuir estas marcas.